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Y cómo hemos cambiado...

Lo cantaban "Presuntos implicados" ¿Recuerdas?

Ha venido a mi mente durante la oración de esta tarde...

Todo esto de El Atazar comenzó como arrancan las cosas que, sin lugar a duda, están impulsadas por el Espíritu de Dios. En un contexto concreto e inesperado, como forma de dar respuesta a un desafío, en un ejercicio de creatividad discernido en la oración.

El sobresalto del famoso virus tuvo muchas y diversas repercusiones. Casi ya ni te acordarás de que aquél verano del 20 no estaba permitido salir de la Comunidad de Madrid, lo que anulaba la posibilidad de dar continuidad a Linares y planteaba el interrogante de si debíamos aceptar que había que dar un parón a las actividades con nuestros jóvenes.

No era cosa fácil de aceptar para quienes han crecido en la certeza de que los palos se transforman en castillos, las bolsas de basura en los vestidos más elegantes y que mochila y botas por medio, cualquier cima se puede alcanzar y convertirla en una metáfora de vida.

Quedaba la opción de algo creativo en la Comunidad de Madrid y aquí aterrizamos aquél año de distancias, test, mascarillas y protocolos.

Visto con distancia, seguramente asumimos altos riesgos, pero solo en esas coordenadas se crean los proyectos bonitos y tuvimos el buen hacer de nuestros monitores y al Dios que nos acompaña y pastorea que nos llevó de su mano.

Y comenzó una actividad que ha tomado identidad propia y que nos ha exigido modificar las planificaciones veraniegas para darle la continuidad que reclaman quienes por aquí pasaron.

Ya es casi tradición que el campo de trabajo comience con fuegos artificiales de víspera y rostros cansados y grabados por las "fiestas del pueblo". Y aquí, tan cerca como 50 minutos de coche, pero suficientemente lejos para construir un espacio propio, ofrecemos a tu hijo un oasis, un espacio sencillo, muy tradicional, cotidiano en otros tiempos y alternativo en estas culturas alocadas que nos presiden. Pero eso te lo cuento en otro post.

Hoy quiero compartir contigo una profunda alegría. Aquél campo de trabajo de mascarillas, Inés y Ana María fueron parte de los acampados que posibilitaron pintar salones, adecentar jardines y crear una hermosa experiencia que aún conservamos en el corazón y que procura ser un regalo para sostener juntos unas instalaciones que es espacio de convivencia y de cercanía a Dios para muchas parroquias con menos recursos que la nuestra.

Han pasado tres años. Nos acaban de retirar definitivamente las mascarillas y nos da la sensación de que aquello fue del tiempo de nuestros abuelos. Entretanto, aquellas acampadas crecieron, comenzaron la universidad, tomaron importantes decisiones personales y, entre ellas, la de sumarse al gremio de locos por crear ilusiones desde el tiempo libre.

Hoy han comenzado sus prácticas. Y lo han hecho a lo grande, con rostro de haber pasado noche de nervios, como aquellas de víspera de Reyes que nos hicieron descubrir lo mágico de la vida; con tensión y preocupación por estar atentas a lo necesario; con una prudencia encantadora ante todo lo nuevo que tienen que afrontar, que es la mejor manera de otorgarle su verdadero valor...

Ojalá un post fuera capaz de expresar lo que significa contemplar el mismo embalse, las mismas montañas, el mismo paisaje y la grandeza de un tiempo que pasa y que regala el privilegio de ver cómo lo bonito e importante se abre paso.

Es arte que queda reservado a los poetas como Gabriel Celaya que quizá pueda servirnos en este propósito:

Educar es lo mismo que poner un motor a una barca, hay que medir, pensar, equilibrar, y poner todo en marcha. Pero para eso, uno tiene que llevar en el alma un poco de marino, un poco de pirata, un poco de poeta, y un kilo y medio de paciencia concentrada.

Pero es consolador soñar, mientras uno trabaja, que esa barca, ese niño irá muy lejos por el agua.

Soñar que ese navío llevará nuestra carga de palabras hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.

Soñar que cuando un día esté durmiendo nuestro propio barco, en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada.


En la oración, una acción de gracias: porque en nuevos barcos seguirá nuestra bandera enarbolada.










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