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Los no remunerados

Si eres muy fan de los blogs, te sonará esta crónica. Es del año pasado. Pero no ha perdido actualidad. Solo requiere de algunas precisiones fruto del paso del tiempo. Ya tiene remuneración, incluso ahorros. No toda la que merece, ni la estabilidad para emprender proyectos de futuro, pero hemos avanzado. El resto sigue siendo de estricta actualidad. El trabajo discreto y callado,


En una de las últimas reuniones, ya ni recuerdo cuál era el motivo, hice referencia a lo que suponía que hubieran llegado a la edad laboral y a sus exigencias… Ella respondió inconscientemente, con cierto gesto de rubor acompañado de alguna risita de los sentados más cerca, como si no fuera consciente de que le había incluido en ese grupo. Desde luego que era muy consciente. Porque hay personas que tienen un trabajo remunerado pero han ido encontrando acomodo en el colectivo de los mercenarios. Los hay cuya remuneración es desproporcionada para lo que producen, qué te voy a contar. Los hay que especulan con la remuneración de un trabajo que no llegan a realizar… Desde luego los hay cuya remuneración no se corresponde con la valía de lo que realizan… Y los hay que trabajan sin remuneración. Siempre y cuando aceptemos que trabajar es transformar la realidad para hacerla mejor. Que es participar en el proyecto creador de Dios. Es dejar nuestra huella en lo que se nos ha encomendado… Incluso hay tareas, tan tan, relevantes que casi es mejor que no tengan remuneración porque no se hacen por cantidad alguna, por alta que sea. Está embarcada en proyectos de emprendimiento. En una búsqueda que no siempre es sencilla en los primeros pasos… Pero, lo más relevante… es constatable que tiene todas las capacidades y las herramientas que soñarías encontrar en el compañero de puesto. Es imposible que no aparezca pronto la remuneración. Los campamentos se sostienen sobre personas calladas, discretas, eficientes, rigurosas, detallistas, emprendedoras y ambiciosas… Y, de otra forma, ni los mejores juegos son capaces de tocar un corazón… Sin lugar a dudas, este 2023 ha vuelto a ser un verano, como el del 2022, que no es comprensible sin su nombre, Natalia. Sin su coraje para echarse a la espalda un campamento, como si fuera un oficio que que hubiera tenido ocasión de recorrer durante décadas; sin su capacidad de asumir el liderazgo y la responsabilidad que en la Iglesia llamamos ahora sinodalidad. Sin su responsabilidad que genera la certeza de que estamos en las mejores manos.

En este Atazar, otros cuarenta adolescentes, quizá no conscientes de ello, le deben lo que para la mayoría será la mejor experiencia del verano.


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