Sin que sirva de precedente voy a romper puntualmente un acuerdo tácito, un código no escrito entre acampados y monitores que es cuidado y conservado con celo: "¡de las tareas que hacemos no se habla!".
Con cierta frecuencia, alguno de los mayores vuelve a recordarlo con cierto tono de queja que ratifica y actualiza el pacto.
No se puede grabar ni contar con excesivo detalle que los turnos de fregado en Aravalle son un fiestón con música de fondo. Tareas que compartidas son hasta divertidas y que generan la satisfacción, al concluirlas, del trabajo bien hecho que mañana nos regalará otro grupo.
La razón es sencilla: que no alcancen estas noticias al "enemigo", -"no sea que me toquen en casa"-. Aunque tengo que anunciaros que ya conozco cerca de media docena de hogares parroquiales donde se están mimetizando los ritmos campamentales con resultados más que interesantes.
Supongo que por la misma lógica, tienen cierto reparo a que su adolescencia quede consagrada a la condena del jardín de casa y a tareas propias de Brikomarkt.
Pues no será por falta experiencia. Esta mañana, contemplando a un grupo de ellos mi memoria ha abierto un catálogo con su hoja de servicios: limpieza de campanarios, picado de paredes de casas parroquiales abulenses, lijado de bancos en una ermita cercana, lacado de barandillas y pasamanos el año pasado en El Atazar, y este año albañilería general y reformas, como habrás podido comprobar en videos de redes.
En definitiva, que tienes en casa un talento oculto para las tareas comunes, enmascarado por la pereza adolescente; por nuestro mal entendido proteccionismo, reconócelo, que no vayan a romperse una uña con la maza; y por nuestros deseos de quererlos y liberarlos de tareas que quizá solo retrasan su madurez.
Hoy quiero compartir contigo la evaluación de los dos operarios de mantenimiento de estas instalaciones. Les pregunto con frecuencia si están o no contentos. Se trata de ayudar, no de entretener a nuestros chicos. Menos aún de, con la mejor voluntad del mundo, estropear más que arreglar.
- ¡Cómo trabaja esta gente! ¡son como térmitas!
- ¿Pero de dónde sacáis a estos tíos?
- Impresiona lo en serio que se toman el trabajo.
- Hemos tenido que adelantar dos veces trabajos previstos, no pensábamos que les fuera a cundir tanto.
Tranquilo que, como esto es tarea de tribus de esfuerzos compartidos, les he devuelto una sonrisa suficientemente profunda para que expresara la de los catequistas y la vuestra, que estas cosas no se improvisan y expresan mucho de lo que tú trabajas con ellos en casa.
Y, ciertamente, no hay que estar persiguiéndoles, ni insistiéndoles... hay mucho silencio que expresa concentración y un altavoz de fondo para amenizar el asunto. Solo se les distingue por los pintajos que se dedican unos a otros que permite reconocer si vienen de pintar puertas, de barnizar la fachada o si han desfogado adolescencias con maza y piqueta.
Quedan cinco minutos para el descanso.
Me voy a dar un paseo en silencio. Quiero disfrutar, y hacerlo por vosotros, de contemplar en ellos a los que hace casi nada vestían de comunión, trotaban por Aravalle y hoy son un signo de esperanza que llena de sentido el trabajo de acompañarlos.