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La calma en el caos

Es una expresión que me interesa. Se la he escuchado a soldados que describen así su experiencia en combate, o a policías en acto de servicio. En cuestiones menos relevantes, a los deportistas en la intensidad competitiva. En otras más sanantes, a los médicos de urgencias.

Consiste, como conclusión de mis meditaciones, en la capacidad de "desdoblarse", de establecer una distancia con lo que ocurre, a establecer un doble plano. Esto habilita para participar con alegría en los bailes y juegos de una velada mientras una parte de la mirada está pendiente de que todos los niños participen. En ir cantando con los chicos en la marcha sin dejar de verificar que ninguno se ha perdido o en evaluar si la nube tormentosa nos va a respetar.

Es imprescindible para el monitor de tiempo libre y, con mayor necesidad para la pastoral y el sacerdocio. Al menos en esta parroquia.

La calma en el caos permite mantener a la vez en la cabeza las canoas en El Atazar, los permiso de Aravalle, los proveedores de Linares, el proveedor de formas y vino para la eucaristía de la parroquia y el aniversario de novios de dos jóvenes que comienzan su relación. Y vivirlo con cierto sosiego, sin angustias y sin estrés.

Es fruto del trabajo espiritual y por eso no siempre es alcanzable, pero hunde sus raíces en la fe. Porque el estrés no es sino la expresión del miedo. La fe en que no todo depende de uno sino del equipo al que pertenece y, sobre todo y sin abusar, que el primer interesado en todo esto es el Señor y que su providencia da las mejores soluciones, casi siempre insospechadas.

Hoy ha sido un día muy intenso. El corazón amanecía en la despedida de Linares pero para media mañana tenía que compartir el latido con el Aravalle que comienza. A un lado monitores ya cansados y emocionados que requieren un abrazo. Al otro, otro equipo pleno de energía de ilusiones y de nervios por lo que empieza.

Para la hora de la comida, un paso atrás, para alcanzar la calma en el caos. Con una sencilla visita de unos minutos a la capilla... Un autobús que regresa de una experiencia inolvidable. 12 jóvenes que van de camino a Aravalle para hacer llegar las primeras furgonetas con el material. Otros 15 que van camino de Makro para convertir en fiesta y divertimento algo tan aburrido como una compra. Somos tan ricos...

Desde ese paso atrás es posible comprender no la mezcla sino la superposición de vivencias y de emociones. Como María quiero guardarlas todas en el corazón. Acepto que se acumulen para su posterior meditación, pero no que se conviertan en combustible del activismo.


Son las 21.00. Los de Linares terminan la primera siesta reparadora y a tenor de los whatsapps buscan el encuentro para prolongar la amistad tan bonita que han construido. Los de la avanzadilla de Aravalle ha regresado con las furgonetas. Los de Makro han alcanzado los 4800 euros y ha completado casi dos furgonetas. La vida parroquial, que continúa entre tanto campamento, ofrece una tregua de sábado veraniego antes de que mañana vuelva a ser espacio de encuentro dominical.


Tendría que hacer plancha y maletas, pero ya veremos qué nos ponemos. Seguro que quedan alguna camiseta en algún cajón. Tampoco vamos a darle excesivo descanso al cuerpo que acepta un ritmo de escueto descanso pero que prefiere no interrumpirlo para no dar cancha al sueño acumulado. Hay necesidades más imperiosas. Ahora mismo mi necesidad es el silencio.


Mi espacio favorito es la capilla en el tránsito de la noche al amanecer. En la profunda soledad de una Iglesia que espera a que os despertéis para volver a ser lugar de descanso en la visita cotidiana o en la necesidad de expresar una alegría o una desgracia. Entonces todo es oscuridad salvo la lamparita que expresa la presencia de Dios. En un ejercicio que me recuerda a la curación del ciego, los ojos se van acostumbrando a esa pequeña luz, como los del creyente lo hacen a la de la Palabra, y la oscuridad empieza a resultar elocuente para ir sugiriendo la forma del altar, la del Cristo, la del sagrario con el encuentro de Jesús con la Samaritana.

De manera indirecta, la luz empieza a ganar espacio por las vidrieras de la parroquia y a sugerir hermosos juegos de colores que he comprobado que van variando con las estaciones del año.

Estoy menos acostumbrado a que el tránsito sea de la luz al anochecer pues estas suelen ser horas de reuniones y trabajos en grupo. Pero la luz en su retirada coquetea con los tonos de los cristales para iluminar de manera sugerente la imagen de Jesús.


En este juego de luces y silencio se amontonan las imágenes significativas de El Atazar y no solo de Linares. Las escribo en un improvisado papelito pues serán las meditaciones en los próximos ejercicios espirituales. Podrían ocupar media docena de ellos pero encontraremos momento apropiado para la vida que encierra cada uno de ellos.

De fondo, sustentando "el caos", lo que percibo y reconozco es una inmensa paz. Una alegría solo atenuada por el cansancio, que también se hace evidente. Incluso, diría, un intenso entusiasmo e ilusión. Ánimos renovados por el nuevo curso que dé comienzo en septiembre y por los campamentos que tengan que venir.

Resuena el estribillo del Génesis: "Y vio Dios que todo era bueno". Y, en la creciente oscuridad que hace más patente la luz que sí permanece del sagrario, el silencio sugiere transitar del descanso al gozo.


En estas coordenadas vamos bien. Seis horillas, y hoy serán en colchón, seguro que resultarán reparadoras. Alguna cosa podremos echar en la maleta. Lo fundamental: el silencio en el caos, el sosiego, la contemplación, parecen estar en su lugar. Es un inmenso regalo.











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