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Parada en el Golfo del Mogollón

Las olas del mar llevaron a la tripulación hasta el siguiente punto del mapa: el Golfo del Mogollón. Allí desembarcaron y pronto fueron sorprendidos por un gran número de personas de una apariencia muy diferente a la suya que gritaban sin cesar: ¡Ratatá!. El teniente Gluglú intentó poner en práctica algunos de sus conocimientos para así comunicarse con un enorme personaje llamado Zowie, el gran jefe de la tribu. Mientras, el resto de indígenas bailaban alrededor de ellos, y Cleclé, todavía loco por haber salido de aquella cueva, cogió a su coco Wilson y se puso a hablar con él de un plan de huida.



Cuando los indígenas vieron a Wilson quedaron impresionados y persiguieron al náufrago hasta conseguir aquel objeto de veneración. En la pelea, el coco cayó al suelo, y los Ratatá lo cogieron comenzando a hacer un rito de alabanza hacia él. Tras una vistosa danza tribal, el jefe de la tribu alzó el coco y lo rompió en dos con un cabezazo contra su frente. Del coco salió la llave esperada y el capitán la recogió con cuidado sin levantar sospechas. El pobre Cleclé quedó algo traumatizado, pensando que había perdido para siempre a su fiel amigo. Gluglú, que observaba la escena, acudió a consolarlo.


Entre gritos y mucho alboroto, los piratas lograron comunicarse a través de gestos con los indígenas Ratatá. Consiguieron descubrir que se trataba de una tribu de antiguos pescadores, a los que ni el propio Pilpil conocía. Ellos, sin conocer más del mundo que lo que habían vivido allí, habían creado diferentes sistemas de pesca con los que alimentar a toda la tribu y subsistir durante muchas generaciones. Cada miembro de los Ratatá tenía una función en la cadena de pesca. Según su tarea, cada indígena era apodado con la misma letra de su nombre y un número. Así, formaban siete equipos de trabajo: los R1 eran los encargados de construir los instrumentos de pesca necesarios para obtener un buen resultado, los R2 se ocupaban de la pesca de peces maravillosos, los R3 eran los que se ocupaban del mantenimiento en unas grandes peceras de caña para los peces obtenidos y los R4 preparaban una gran mesa para el festín de la pesca obtenida.


El pescador Pilpil escuchaba asombrado todas aquellas hazañas, y se preguntaba si sería en uno de esos peces donde se encontraría la llave y el trozo de mapa que buscaban. Los Ratatá les ofrecieron pasar el día con ellos y participar en el funcionamiento de aquella cadena de pesca. El capitán Blablá, aconsejado por el pescador, accedió con el objetivo de encontrar su botín.


Tras un largo día de trabajo, por la noche, los piratas junto a la tribu de los Ratatá disfrutaron del festín de peces que habían preparado entre todos. El capitán Blablá, sin embargo, se sentía triste por no haber encontrado todavía ni la llave ni el mapa. Esta vez, no tenía ningún signo de que estuviera escondida como sucedió con el coco. El gran jefe Zowie observó en sus ojos la tristeza y después de comunicarse entre gestos, le contó que iba a entregarles dos grandes recompensas por haber trabajado con tanto interés. Se descolgó de pronto una llave que colgaba de su cuello, y sacó de entre sus pocas ropas el trozo de mapa que necesitaban. La tripulación se sintió muy contenta y decidió continuar con su viaje antes de que se hiciera más tarde. No obstante, el náufrago Cleclé, al ver que aquella tribu tenía tanto interés en los restos de su amigable coco, pidió permiso al capitán para quedarse allí con ellos. El capitán, sin problema, le permitió hacerlo.

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