Metidos en la vorágine veraniega de actividades de tiempo libre y campamentos, en la preocupación por todos los detalles, los proveedores, la documentación, los seguros y las autorizaciones administrativas, en ocasiones es fácil perder la referencia de lo que verdaderamente tenemos entre manos. Más aún para los que llevamos años en el oficio y podemos naturalizar lo excepcional.
Ayer fue un día elocuente y un regalo para dotar de sentido tantos esfuerzos. Vino por acumulación no prevista de anécdotas y circunstancias y que fueron encajando unas con otras como las piezas de un hermoso puzle que quiero compartir hoy contigo.
Me cuentan que Alicia ha estado a punto de no poder venir por un dolor abdominal que, gracias a Dios, no confirmó la posibilidad de apendicitis. Toda su preocupación no era la intervención o la anestesia, sino que solo quedaban tres días para empezar el campamento y sería una insolencia corporal hacerle perder los mejores días del año.
Por otro canal me dicen que Álvaro advirtió a sus padres de su intención de despertarse cada hora de la noche por ver si ya era la de levantarse y marchar a la parroquia para empezar el campamento.
De manera velada, porque los adolescentes de medianos tienen mucha dignidad como para reconocer que siguen siendo como niños, uno de ellos, cuyo nombre no quiero acordarme, debe llevar tres días reconociendo, solo en pequeños sorbitos de orgullo adolescente, sus ganas de que empezara, la ilusión que le supone y ¡que hasta estaba nervioso!
Peor suerte la de Víctor que está a punto de romper relaciones amistosas con todos los colegas de la piscina, porque le han debido pegar alguna infección que amenaza con dejarle sin campamento. Y mantiene un último hilo de alianza en la esperanza de que en tres días le den el alta y pueda, al menos, no perderse el itinerante…
Y, en cada una de estas anécdotas, de origen inconexo pero compositoras del más hermoso mosaico, los trámites, logísticas, esfuerzos y cansancios se comprenden como precios muy pequeños para la riqueza generada.
El reino de Dios es como una semilla de trigo que muere y da fruto, como un granito de mostaza que crece y se hace fuerte, como un tesoro escondido en el campo por el que abandonarlo todo… como doce días de campamento en los que experimentar la alegría que es la salvación que Dios quiere para cada uno de nosotros.
Balance al final del primer día de campamento
Niños heridos graves: 0
Niños heridos leves: 0
Mamitis: Un caso con sintomatología ambigua. Pendiente de evolución
Niños felices: el resto.