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Encuentro en el cementerio de barcos "Más allá", en la Isla de Roatán

El punto que marcaba el trozo de mapa que el capitán Blablá y su tripulación habían encontrado en el Puerto de la Esperanza, les dirigía hacia la isla de Roatán. Esta era una isla paradisíaca de aguas aparentemente cristalinas, pero con un aspecto algo desagradable y extraño. El cielo estaba bastante nublado y una curiosa niebla ocupaba el lugar, dándole un toque siniestro a la isla.


El capitán Blablá, el teniente Gluglú y el pescador Pilpil estaban desconcertados, ya que no eran casi capaces de ver el agua desde la proa del barco con tanta oscuridad. Fue entonces cuando notaron que el “Patacoja” se había frenado porque había chocado con algo. Al bajar al agua, que a duras penas les llegaba a la altura de las rodillas, se dieron cuenta de que estaban en un cementerio de barcos. El capitán Blablá avisó al teniente Gluglú y al pescador Pilpil para que bajaran del barco y juntos buscaran algo que tuviera relación con el mapa perdido.


Mientras que rebuscaban entre los escombros de un antiguo galeón holandés, en busca del trozo de mapa que debían de encontrar en aquel lugar, notaron una risa malvada detrás de ellos. Entonces, ya con la espada desenvainada, el capitán Blablá se dio la vuelta para ver de dónde venía. Cuando giró la cabeza, el teniente Gluglú, que era algo miedoso, se quedó boquiabierto: estaba delante de un fantasma pirata. Entonces el capitán Blablá le dijo:

- ¿Quién eres y qué deseas de un pirata como el temido capitán Blablá? ç

En ese momento algo cambió en el fantasma. Su mirada pasó de ser tenebrosa a ser la de alguien muy sorprendido. Parecía haberse dado cuenta de que la voz de aquel capitán pirata le recordaba a un viejo rival que tuvo en su vida pasada, aquel al que llamaban “El Loco”, el padre del capitán Blablá.




El fantasma, llamado Henry Every, les contó las aventuras que vivió en el pasado, las batallas que mantuvo contra la tripulación de “El Loco”, y cómo a pesar de todo esto, entre sí se tenían mucho respeto e incluso algo de admiración. Les contó que, retándose con el padre del capitán, también buscó ese tesoro, pero que no lo encontró.



Les recordó, como ya les habían contado en Isla Tortuga, que para conseguir el tesoro necesitarían conseguir doce llaves, y que él custodiaba la que se escondía en la Isla de Roatán. Desgraciadamente, con tantos barcos que habían llegado a esa isla en las últimas décadas ya no sabía donde estaba la llave. El pescador Pilpil, que era muy astuto, no terminó de creerle y se fijó en que del cinturón del fantasma colgaba la llave que buscaban. No tardó en contárselo al resto de la tripulación, por lo que, el capitán Blablá, con mucha decisión, y el teniente Gluglú, asustado todavía por haber visto un fantasma, engañaron al fantasma buscando y rebuscando la llave entre los restos de los barcos para finalmente distraerle y quitársela de encima.


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