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El síndrome de Sísifo

Cuenta La Odisea, que el título también es apropiado para estos entornos, que Sísifo fue castigado por sus múltiples desafíos a los dioses con la cruel condena de empujar una piedra por la ladera de una montaña hasta su cima, momento en el que volvía a caer por la contraria estableciendo un macabro círculo eterno de esfuerzo sin premio.

El mito es inteligente y capaz de poner palabra a la experiencia, confío que no cotidiana para ti, de que los esfuerzos parecen servir solo para el sostenimiento y no para el avance.

Me parece interesante para interpretar determinadas tareas que deben ser acogidas en esta dinámica. La limpieza de mi casa, el planchado de la ropa, el orden en los salones parroquiales... son todos ciclos de piedras que se empujan y que acepto con cierta obediencia que vuelvan a caer para empezar y volver a empezar en un ritmo crónico.

Pero declaro mi profunda rebeldía para incorporarla a los procesos que guardan relación con las personas... Es cierto que en septiembre volveremos a acoger a niños que tras tres años harán la comunión, y que hay que empujar, incluso picar mucha piedra para alcanzarlo, pero son personas, valiosas en sí mismas, y de año en año incorporamos mejoras, pulimos dinámicas, mejoramos los procesos... de modo que, como poco, la siguiente piedra alcanzará una cima más alta.

Acepto la discusión, café largo por medio, de si se trata de tardías ensoñaciones juveniles o de la verdadera madurez. Y tendríamos que entrar a definir el alcance del término utopía, y buscar su origen etimológico como neologismo de Tomás Moro y valorar si la pérdida de logros por alcanzar, el síndrome de Sísifo en otras palabras, no es comenzar a morir en un cuerpo biológico. Y si la historia no demuestra que su motor es la lucha por la consecución de lo que soñamos como posible.

Y por todas estas razones anuncio que este post me cuesta, me cansa, me desespera, me cabrea y me asquea... Porque no sé cuantas veces lo habré escrito. Cambia el blog y el año al que corresponde, cambian los protagonistas y el resto es casi todo Sísifo.

Si tienes hijos mayores que en años anteriores ya han vivido esta experiencia, estás dispensado de estos párrafos porque ya te sabes de memoria la grotesca paradoja de esta ciudad de Linares que fue referencia internacional de la economía española a finales del XIX con sus prósperas minas de plata, que justificaron que el primer consulado británico y holandés en España tuvieran aquí su sede. Y que diera la cosa para tener sede propia del Banco de España.

Exprimidas las vísceras de estas colinas, comenzó un periodo de difícil pero inteligente transformación productiva para ser sede en Europa de Santana Motor, que mantuvo este enclave en las ecuaciones de la prosperidad de la comarca, la región y de la propia España. Hasta cuatro estaciones de tren fueron necesarias para atender a los pasajeros y la necesidad de transporte de mercancías y productos...

Llegaron entonces los tiempos de las transformaciones industriales, también me cuentan de errores groseros en la concepción de la función de los sindicatos, de reivindicaciones inasumibles, de negociaciones impulsadas por la soberbia y de una decisión final por parte de la marca de llevar la factoría a otras coordenadas de la Unión Europea. Y con ella, la catástrofe.

De la opulencia a liderar el ranking de ciudades con más paro de España, de la prosperidad a ser un abismo para los jóvenes que difícilmente podrán invertir aquí su talento y de una situación social impropia de nuestro país y de la Unión Europea.

Algunos de los chicos se sorprenden de la belleza del centro del caso urbano, de los edificios históricos, del buen ambiente en las terrazas y del glamour aristocrático en alguna de sus esquinas... Porque la pobreza, en estas últimas décadas, está revestida de desigualdad. Ayer me decía un joven de la ciudad, amigo de visita de uno de nuestros chicos, que nunca había estado en esta parroquia. Que no conocía nada de estos barrios, -Mi Linares termina en la fuente del Pisar-.

Nosotros estamos 600 mts más allá de la frontera. Los niños a los que atendemos a 1.000.

Y no mejoramos. Cuatro años después Arrayanes, El Cerrillo, parecen flotadores capaces de sobreponerse a epidemias, cambios de gobierno (desde el primer verano aquí de 2012, 5 nacionales, 4 regionales y 4 alcaldes después), crecimientos económicos, invasiones rusas y chats GPT... no mejoramos.


Comemos en segunda mesa. Los niños alivian el calor en la capilla que como tiene aíre acondicionado y ventiladores ha quedado remozada como sala de juegos. Nos hemos comprometido en llevar a algunos de los niños a sus casas y sale la primera furgoneta para El Cerrillo mientras terminamos el postre.

Se trata de un gueto infame cuyo origen se sitúa en aquél 1992 de Expos y olimpiadas que necesitaba un lavado rápido de cara para capitales como Sevilla, como en la tarde previa de los adolescentes en la que los padres vuelven de viaje. A falta de alfombras en las que ocultar la pelusa, la solución pasó por hacer "paquetitos" que permitieran desmantelar, al menos en parte, las famosas 3000 viviendas mediante una distribución de grupúsculos por toda Andalucía. Linares compró su parte con hileras de casas prefabricadas a cambio de un rentable pago. Dispuso una barrera de pilastras metálicas, separadas por 10 cms, para evitar que tuvieran acceso a la zona centro y que el recorrido natural fuera hacia la zona al otro lado de la Fuente del Pisar. Y vamos para 31 años. Allí se hacinan familias que han naturalizado el clientelismo como forma de supervivencia y asumen su papel de lo que el papa Francisco llama periferias y cultura del descarte.

Me rebela en lo más hondo...

Me declaro en abierto y profundo enfado con los padres de los niños que allí malviven; con los hermanos mayores que aceptan un sistema cultural inaceptable, más aún en continuo contraste ahora con las redes sociales; con las autoridades que no son capaces de generar una alternativa; con la ciudadanía que acepta que su ciudad sea un nicho de ignominia; y con la Iglesia en Linares que parece no haber leído el capítulo veinticinco de Mateo.



Pasados unos minutos de la comida el patio queda recogido, las mesas están terminando de ser limpiadas y comienza el éxodo hacia las colchonetas para una merecida siesta.

Terminadas las tareas dispongo de unos minutos pero una intuición me invita a permanecer en el patio. Bajo los toldos la ola de calor es llevadera y da igual el café aquí o en otro lugar.

Apenas unos minutos después se abre la puerta. Entran los tres jóvenes que han acompañado a Javi. Rostro serio y distancia en las entradas entre ellos que podría anticipar algún tipo de discusión o conflicto... Salvo para los amigos de Sísifo.

La primera me cruza la mirada durante unos instantes... Y en ellos hay un rápido recorrido mental que me retrotrae a cuando tenía ocho años en sus primeras colonias... Ella también conoce mi mirada. -Luego hablamos- Y, en su giro, se advierte un brillo de ojos humedecidos.

El segundo, más entero, concluye: -¡Vaya tela! tengo oficios, luego te cuento-.

La tercera lleva el ritmo más pausado de los tres y por un momento parece titubear entre dirigirse a los salones o hacia la mesa donde estoy sentado. Interpreta mi gesto como invitación y se sienta. Solo hay silencio. Al levantar la mirada se echa a llorar. -Esto no puede ser- dice con voz entrecortada...

Y en esas lágrimas, vuelvo a ver a Miguel y a Jaime en 2012, a Sofía en 2016, a Paula en 2019...


Para ninguno de ellos esta experiencia supuso eterno retorno y hay una parte de sus logros, de su sensibilidad hacia lo social, de su forma de vivir, que no es explicable sin las lágrimas tras regresar de El Cerrillo.


Lucas el evangelista lo expresó con belleza espiritual... -Al verlo, sintió compasión-. Quizá la única alternativa a que los esfuerzos de Sïsifo rompan el eterno retorno.




(Para los más interesados alguna referencia)

https://www.rtve.es/noticias/20221101/ciudades-espana-vaciada-talavera-aviles-linares-industria/2407084.shtml


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