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El banco

(Toda palabra requiere un contexto musical.

Este me resultó el más inspirador mientras tecleaba para ti

https://www.youtube.com/watch?v=0_RnlOWmZD4)


Desde que empezó a cristalizar la posibilidad real de regresar a Linares sabía que antes o después tendría que afrontar este reencuentro.

Cada lugar no solo tiene un sitio sino un momento del día.

Nos alojamos en la Parroquia de Santa Bárbara, gracias inmensas a la comunidad que nos acoge con tanto cariño, a Manolo el párroco que hace once años nos abrió sus puertas y a Jesús que lo hace ahora.

Templo de los setenta para una barriada obrera. Estructura básica que no aspira ni a naves laterales y que adquiere cierta solemnidad con la considerable altura de los tejados.

El lateral izquierdo destina el espacio bajo las aguas del tejado para salones, cocina, baño, un patio transformado en lugar de duchas colectivas y que es el espacio donde nos alojamos los chicos.

El derecho, también aprovechando las aguas, habilita una capilla de diario y unos salones que sirven de hogar para las chicas. Por una puerta, da acceso al patio que es plataforma de operaciones para juegos, comida y cantos con los niños a los que atendemos.

Suena el despertador y la primera sensación es la de no saber con exactitud si se trata del verano de 2023, el de 2015, 2017... han sido tantos aquí que parecen haber construido una rutina particular para este entorno.

Como "es costumbre", aprovecho el rato previo a que los chicos empiecen a plantearse siquiera recuperar la conciencia para asearme, que luego los baños son bienes muy preciados.

Emprendo el "habitual" camino desde las habitaciones que quedan al fondo, cruzo el patio de las duchas comunes y el largo pasillo de despensa, cocina, baño -un año más ocupado-, así que toca "como siempre" el cercano al del salón de materiales...

Por un instante, antes de entrar en el templo, me siento embargado por un sentimiento más propio de la infancia, de hermosas ensoñaciones, de un alma que recrea la realidad que no quiere aceptarse...

Sin perder del todo la conciencia, me dejo arrastrar por la hermosa posibilidad de que todo fuera una pesadilla, como en las series de final feliz que resuelven con tan manido recurso el argumento que tenía sobrecogidos a los espectadores...

Y, reconozco que, por un instante de felicidad, me dejo mecer por esta posibilidad... que no hubiera ocurrido, que no hubiera hecho falta tanto duelo, que no hubieran sido necesarias tantas lágrimas y algunas heridas que aún siguen por momentos supurando en tantas personas queridad...

Que, al atravesar el templo, en el banco de madera, al fondo de la Iglesia, cuando casi todos aún duermen, volviera a encontrarme con Virginia sentada, como "cada mañana", con un largo café, con el cuaderno abierto y un rotulador fosforito rosa, repasando el material del día, revisando la formación y la catequesis de la tarde, señalando, de manera no pretendida y discreta, que lo que nos trae aquí es el reino de Dios y que los catequistas son transmisores de un tesoro que hay que meditar y preparar apropiadamente...

Que, como "cada mañana", según el lenguaje corporal, lo más apropiado fuera un sencillo "buenos días", respetuoso con el cansancio acumulado; o que diera para un beso que expresara sin necesidad de palabras el reconocimiento por el trabajo bien hecho del día anterior; o, en casi todas las ocasiones, que fuera ocasión propicia para chinchar por primera vez en la jornada...

Una parte responsable de mi mente me advierte del fin de los pasos, de que la anchura del templo no da para tantas ensoñaciones... que irremediablemente el banco se aproxima... que quizá a cualquier otra hora del día no sea más que un lugar para sentarse... pero que "como siempre", a esta hora de la mañana... sea la evidencia patente, quizá hasta necesaria...


...de que no está...


Sentado a su lado, en el otro lugar del banco, se constata lo que ya está hace muchos meses elaborado...

...que no está...



Y, en el silencio de una Iglesia tan grande como despoblada, se impone el vacío que casi es mejor que nunca se llene, porque es la mejor expresión del amor...

...porque no está...



Desde su banco, en lo que aún es oscuridad, se vislumbra a lo lejos la luz del sagrario que nos hace conscientes de lo que siempre está.

Y en esa luz, emerge una hermosa y esperanzadora paradoja...

Porque ayer, en los paisajes al atardecer en los campos de Ciudad Real que fueron pintándose de olivos al aproximarnos a Despeñaperros, en la acumulación de fotografías de tantos años y generaciones, Virginia estaba en la sonrisa que presidía todo este catálogo improvisado por encima de cualquier otro sentimiento posible de tristeza.

Porque, sentado "a su lado", "en su banco", la experiencia no es de angustia, ni de un desconsolado llanto, sino de un sosiego humanamente ilógico en el que siento que sí está.

Porque ayer, en los diálogos de furgoneta, volvió a estar por enésima vez: -para mí es una referencia como catequista, solo con el paso del tiempo he tomado conciencia de lo buena que era-, en una conversación en la que no ella era ni el motivo ni el fin.

Porque desde hace ya muchos meses, hay instantes, situaciones, momentos en los que no emerge su recuerdo sino una presencia que irrumpe y que solo se parece a la que también viene de la mano de Felipe, mi hermano, o de mi madre y que en teología se denomina "comunión de los santos".

Porque en cada eucaristía, cuando llega la plegaria que nos hace recordar a nuestros difuntos, la posibilidad de su presencia, desde la fe, le da más contenido al significado de la palabra celebración: acción de gracias. En esta tensión entre lo que no está y lo que sí, la luz del sagrario adquiere más brillo que la del banco.


A dos pasos de distancia de este, puedo contemplarlo con una profunda paz, que ojalá podáis compartir todos, y el número es incalculable, los que con tanta frecuencia regresáis a su risa, a su voz aguda en el juego, a su rostro y a su testimonio...

A dos pasos de distancia del banco resuena el estribillo del Génesis: "Y vio Dios que todo era bueno".


Y, qué curioso, a dos pasos de distancia, y solo en este verano, en el banco me son reconocibles unos corazones grabados que han debido estar siempre presentes.


Se aproxima la hora del desayuno. Y del comienzo de la actividad. Es momento de hacer presente a Virginia en el servicio a los niños a los que tanto amó.


¿O ama?










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