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Buceando en la Fosa de las Marranas

Esta vez el mapa era algo confuso puesto que parecía que marcaba un punto en medio del mar. El capitán Blablá no parecía comprender lo que tenían que hacer, a pesar de que el teniente Gluglú le había dado algunas lecciones sobre cartografía. Entonces Gluglú pensó que si no había más que agua y cielo en el punto en el que se encontraban, solo tenían una opción posible: buscar en el fondo del mar. Gluglú, que aunque a veces no parecía muy ingenioso de vez en cuando tenía buenas ideas, se dio cuenta de que para poder aguantar la respiración lo máximo posible, podían usar prendas de ropa que creasen burbujas de aire con las que poder respirar en el fondo del mar.


El pescador Pilpil, que algo conocía sobre las profundidades marinas, se dio cuenta de que con la ropa que tenían no sería ni siquiera suficiente para que el campeón de apnea pirata pudiera aguantar el tiempo suficiente debajo del agua. Desde aquel lugar, observaron que un gran puñado de niños grumetes les observaban, y decidieron pedirles ayuda para poder conseguir la ropa suficiente para crear una burbuja lo suficientemente grande para cada uno. Rebuscando entre sus ropas, uno de ellos, que tampoco sabía que guardaba aquel tesoro, encontró un trozo de mapa que quizás podría servirle al capitán y a su tripulación.


Tras conseguirlo, la tripulación logró bajar hasta las profundidades de aquella fosa llamada “Fosa de las Marranas”, donde encontraron abundante vegetación marina. En otros tiempos debía resultar de admirable belleza exótica. Sin embargo, ahora todo aquello se encontraba sucio, cubierto de polvo y mugre. En el centro del arrecife, rodeado de todo tipo de algas y otros desechos marinos, el capitán Blablá vislumbró algo que parecía un coral de enormes dimensiones. Pensó que una planta centenaria como aquella seguramente sabría el paradero secreto de la llave que andaban buscando. El capitán dedujo que para llegar hasta él, su tripulación debía limpiar aquella fosa y garantizar su bienestar por muchos años más.


Los marineros dedicaron toda la mañana a la limpieza. Ayudados por la ropa con la que habían construido sus burbujas de oxígeno, lograron que el coral reluciese fuertemente. Como esperaban, entre sus tentáculos centrales guardaba la llave que andaban buscando.


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