Continuando con el viaje, el nuevo trozo de mapa llevó a la tripulación hasta el llamado Laberinto de Septem, situado más allá del Seco Malecón, en la Isla del Tesoro Escondido. Parecía que el grupo pirata debía atravesarlo para llegar hasta el otro lado de la playa. En la entrada, el capitán Blablá descubrió grabadas sobre un muro las instrucciones para cruzar el laberinto.
“Quien guste ver el otro lado del Laberinto de Septem, deberá cruzar este complicado laberinto. Solo con ingenio y paciencia, quien se atreva podrá lograrlo”.
Debajo de esto, había una especie de símbolos encriptados que necesitaban ser descifrados para conseguir las indicaciones y llegar hasta la salida. Fueron recorriendo poco a poco el laberinto, encontrando en cada bifurcación símbolos a izquierda y derecha, acompañados de una misteriosa pregunta. No tenían un criterio claro para seguir un camino, por lo que fueron probando de manera más o menos aleatoria cada vez que se encontraban con una decisión que tomar. Esto no dio resultado y llegaron una y otra vez hasta el punto de salida, sin conocer la causa.
El calor del ambiente y el mareo de dar tantas vueltas al mismo camino, dejó a la tripulación muy cansada. Sin embargo, el teniente Gluglú, cuyas ganas de intentarlo nunca cesaban, volvió a poner a prueba sus conocimientos sobre cartografía. Recorrió solo de nuevo el laberinto anotando en un pergamino el camino que recorría junto a todos los símbolos que encontraba. Volvió de nuevo a la entrada, pero esta vez tenía las herramientas adecuadas para llegar a la salida del laberinto. Tan solo bastaba con comprender cuál era el verdadero significado de aquellos símbolos que daba respuesta a la pregunta de cada bifurcación.
La tripulación comenzó de nuevo a recorrer el camino, esta vez liderados por Gluglú y su infinita inteligencia para salir de situaciones complejas. Entre todos, fueron dando con las respuestas adecuadas, comprendiendo que de todos los símbolos leídos sólo siete de ellos tenían sentido y eran la respuesta que les llevaba hasta la salida del laberinto.
Al final del recorrido encontraron ante ellos una estatua con rostro de pez de piedra y una gran boca abierta con una inscripción debajo que indicaba su nombre: “Pez Ixcis”. Entendieron que, quizás, dentro de ella, se encontrarían la llave y el mapa que andaban buscando. Después de haber gastado toda su energía en descifrar los símbolos, ni siquiera el propio capitán Blablá tenía una gran idea sobre cómo sacar de aquella estatua lo que necesitaban.
Fue entonces cuando el pescador Pilpil demostró que sabía grandes cosas acerca del mar. Les contó que, durante sus jornadas de pesca, al finalizar el día debía limpiar a fondo todos los peces para poder venderlos en el puerto. Para ello, abría con sus manos la boca del pez. Muchos de ellos tragaban restos que flotaban en el océano, incluso alguna vez se había encontrado con pequeños tesoros marinos. Pensó, de este modo, que quizás debían abrir la boca de aquel pez de piedra e introducir sus manos con la esperanza de que dentro de él estuviera el tesoro.
Así, el pescador se introdujo en el agujero de la boca y comenzó a rebuscar dentro de ella. Casi sin esfuerzo, sacó su mano y obtuvo la brillante llave y el pedazo de mapa que les faltaba. Todos se pusieron muy contentos. Al leer el mapa, Gluglú comentó que ya estaban muy cerca del tesoro, ya que parecía que solo les quedaba un lugar por recorrer. Pasaron allí la noche y descansaron para el gran día que les esperaba.